Y la guerra está en uno. Porque todo lo que acontece son nuestros pensamientos revelados en la realidad.
La guerra de afuera, es la lucha por la libertad adentro.
Ser libre tiene un costo según la razón institucional impuesta. Liberarte de las ataduras del miedo trae consecuencias:
no sabes con quién te estás metiendo, nos dice amenzante el ego oficial.
El miedo es la base del viejo sistema de creencias. Su columna vertebral.
No hagas, no digas, ni lo pienses, ni se te ocurra, no te atrevas, no te expongas, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte. Nos impusieron una pesada loza de moral sobre la espalda.
Para que nadie se atreva a escapar del miedo.
El sistema hecho para que nos rindamos ante el miedo del mundo de las apariencias y la doble moral. Donde la mentira es lo políticamente correcto y la verdad es un peligro que no debe ser revelado. Y el miedo nos encarcela dentro de nosotros mismos. El miedo a reconocer nuestra propia verdad de amor.
Porque sólo la verdad nos hace libres. La verdad del amor está por encima del juicio moral de los buenos contra los malos. No es un juicio final, sino un despertar colectivo.
Darse cuenta es comprender que el amor es el que hace la paz.
Y donde hay amor ya no se siente miedo. Y donde hay paz la guerra se acaba. Y donde hay unidad no hay enfrentamientos. Y donde hay armonía ya no reina la confusión ni la impunidad.
La paz es la unidad. Unir la dualidad de uno es dar a luz una nueva conciencia colectiva entre todos.
Todos somos uno: fin de la guerra del miedo.
@SantiagoPando
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